Principios fundamentales de la organización intencional
La búsqueda de productividad estaba arruinando mi vida. Específicamente, la obsesión por alcanzar un sistema de productividad perfecto y sin fallas me estaba agotando física y mentalmente. Me decía: «cuando tenga esta base de datos funcionando, podré trabajar sin esfuerzo» o «una vez configure mi flujo de trabajo automático con apps, podré dedicarme por completo a mi proyecto». Pero ese momento nunca llegaba. Invertía más tiempo en diseñar una máquina de engranajes perfecta para “fluir” que en realizar el trabajo significativo. Sin darme cuenta, todas las alarmas del burn out se habían encendido (microdesconexiones emocionales, neblina mental y una pérdida parcial de la fuerza vital). Tras múltiples caminatas reflexivas a solas con mi libreta, comprendí que había caído en la trampa capitalista más antigua, disfrazada con ropajes modernos: producir para valer, porque sin producción no soy nadie.
No es cuestión tampoco de hacerle caso a las voces intrusivas y despojarte de todo para irte a vivir a un barril. Tampoco de renunciar completamente a la producción, pues el trabajo contiene un valor intrínseco (parte inalienable de la condición humana, dirían algunos). Como tal, identifico dos problemas centrales: uno sintomático — manifestado en burnout, desgaste emocional y pérdida de sentido vital — y otro estructural — relacionado con las condiciones y soportes del trabajo en la sociedad — . El filósofo Byung-Chul Han ilumina esta problemática desde la lógica del exceso de la positividad: si antes una amenaza externa se infiltraba en la nación y debía negarse (eliminarse o sustituirse), hoy la amenaza a nuestra salud mental radica en el propio sistema de valores y consumo (positividad), por lo tanto no hay negatividad que eliminar. En tu estado actual, siempre serás percibido como incompleto y, por tanto, debes producir para compensar y persistir — creencia que refuerzas al buscar más productividad — .
En otras entregas he analizado esta trampa consumista y cómo la verdadera carencia no está en la productividad, sino en la Intencionalidad y el sentido. Sin comprender el qué, el porqué y el para qué de nuestras acciones, es fácil creer que la persecución de bienes materiales y logros cuantitativos llenará ese vacío existencial. No soy pionero en esa conclusión — ni necesito serlo, pues la vida misma imparte esta lección — , pero estoy desarrollando un nuevo paradigma de acción y bienestar: un manifiesto que integre intención, sentido y visión, articulado mediante sistemas de ejecución. Lo he denominado Organización Intencional: una estructuración de nuestros días alineada con un propósito vital, sin descuidar el bienestar integral.
La Organización Intencional es un paradigma que busca reemplazar la obsesión por la productividad con un enfoque holístico y consciente de gestión personal y colectiva. Este paradigma se sostiene sobre cuatro pilares conceptuales: Propósito (o sentido), Intencionalidad, Bienestar y Acción; y otros dos funcionales: Retroalimentación y Adaptabilidad. Los objetivos que pretende son:
- Alineación con el propósito personal y colectivo.
- Sistemas sostenibles que liberan en lugar de restringir.
- Impacto social y construcción de comunidad.
Habiendo discutido el sentido y la intención en una entrega pasada, me dispongo a abordar el bienestar y la acción.
Si el paradigma productivista actual nos ha llevado a un agotamiento físico y mental, una desconexión con el propósito vital y una fragmentación social apuntando al hiperindividualismo, mi objetivo no será simplemente atenuar los efectos nocivos del capitalismo mediante mecanismos de adaptación aislados, sino ampliar la visión hacia un plano panorámico: una mirada integral y holística de los sistemas dinámicos que configuran nuestra cotidianidad y bienestar. Pasar de listas interminables de tareas, métricas mecanicistas de productividad y la sobre optimización de lo individual a mecanismos de acción que abarcan tanto la ejecución práctica (el hacer frente a la pasividad) como la transformación social que Hannah Arendt proponía — la acción que modifica el tejido social y trasciende — . Esta es una misión que quizás me ocupe toda la vida, pero precisamente por ello merece la pena.
La Mirada Integral y Holística: conexión entre sentido, bienestar y acción
Uno de los principales males silenciosos de nuestra época es la paradoja de la libre elección, anunciada desde el surgimiento del neoliberalismo y retomada por filósofos como Byung-Chul Han: aunque nos vendan la idea de que podemos elegir nuestra carrera, trabajo y, en general, “elegir para vivir”, la realidad es que no tienes más opción que escoger. Suena paradójico, pero es simple: el no escoger no es una opción hoy en día, pues equivale a perecer. O produces o caes en la miseria; si produces y no prosperas, caes en depresión; y aun si produces y prosperas, existe una alta probabilidad de acabar quemado.
Si bien se trata de un mal sistémico que nos afecta a todos, y aunque la transformación social que buscamos no llegará de inmediato, nuestra mejor apuesta individual es cobrar conciencia: primero, de esta problemática social, y segundo, de cómo vivimos nuestros días. Aquí entra en juego lo que llamo la Mirada Holística, un recuento del todo y sus partes (y lo que emerge entre líneas).
Así como no podemos saber qué es un elefante solo palpando sus extremidades (pues lo confundiremos con cualquier cosa menos un elefante), debemos examinar las cosas como parte de un sistema unitario y dinámico. Todo está interrelacionado y evoluciona con el tiempo: lo que haces en el trabajo no puede aislarse de lo que ocurre en casa, y lo que atraviesas en un momento dado no se desvanece por completo en el futuro, especialmente cuando hablamos de bienestar. Por ello, es necesario hacer una pausa para reflexionar sobre cada uno de los vértices de este polígono llamado vida: una auditoría de los días, si se prefiere.
Debes examinar los principales espacios en que te mueves y te desempeñas (hogar, transporte, trabajo, zona escolar, etc.) y las relaciones que estableces con las personas y el entorno. Define el tipo de relación, las acciones implicadas y cualquier información relevante que surja. Esto nos permitirá entender mejor la big picture: el cómo y con qué/quién nos relacionamos. Abajo te ofrezco una plantilla que he diseñado como guía.
En esta misma línea, los avances en psicología organizacional y neuropsicología ofrecen también otro punto de partida: protocolos como rutinas y prácticas estandarizadas (mindfulness, activación de sistemas inmunológico y energético, entre otros) para potenciar nuestros esfuerzos diarios. Aunque no son la solución definitiva, considero que muchas de estas prácticas pueden integrarse y adaptarse a nuestros flujos de trabajo para obtener beneficios a corto plazo (esto lo abordaremos en una próxima entrega del boletín).
Continuando con esta auditoría de los días, no podemos ignorar un elemento fundamental que rige nuestro comportamiento: la energía. Es importante saber con quién y de qué manera nos relacionamos para obtener claridad, pero entender cómo y cuánto gastamos nuestra energía nos hará más adaptables y efectivos.
Vampiros de energía: Identifica lo que te está drenando sin darte cuenta
Seré breve. Ya identificaste las principales relaciones que atraviesan tu vida y esclareciste los momentos y lugares donde ocurren, así como las actividades que desempeñas. El siguiente paso es asignar un valor energético a cada una de estas variables (puedes guiarte por la plantilla proporcionada). Asignarás un signo + o — (o un valor numérico) a cada actividad y relación que ocupa tus días, identificando cuáles tienen un impacto positivo, cuáles negativo y cuáles son ambivalentes. No se trata de una fórmula matemática de la felicidad, simplemente es poner la lupa en tus niveles de energía para tener más claridad e intención detrás de cada acción.
El siguiente paso es el que ya estás pensando. Si identificaste relaciones, actividades, lugares o cualquier otro aspecto que drene excesivamente tu energía y tienes la posibilidad de eliminarlo (porque no todos podemos simplemente renunciar a nuestro trabajo), hazlo. La misma lógica aplica a las actividades que te energizan: añade más de lo que suma a tu rutina y reserva esos momentos. Aprender a identificar los vampiros de energía y tiempo es esencial para vivir más intencionalmente. Si quieres ir más allá, necesitas comprender a fondo cómo funcionan tus ciclos de energía: en qué momento del día estás más enérgico, despierto y enfocado, y cuándo empieza a decaer tu energía. Además, debes cuestionar tus propias percepciones, pues podrías no estar operando en tu frecuencia óptima.
Por ejemplo, yo antes creía ser un animal nocturno — me atraía la idea de perseguir la inspiración después de las 10 p.m. — , pero esto sucedía porque me había acostumbrado a levantarme tarde, ceder a los placeres diurnos de un adolescente (incluso a mis 20) y, cuando llegaba la noche y crecía la ansiedad por haber procrastinado todo el día, me presionaba tanto que no tenía más opción que trabajar. Gradualmente, fui adelantando ese momento de inspiración: primero trabajando en la tarde (convencido de que era un ser vespertino) hasta que comencé a trabajar a primera hora de la mañana (¿ser matutino?). Ahí comprendí que quizás no existen arquetipos de trabajador, sino que es un proceso de adaptación. Por tanto, ante la duda, asume que el trabajo matutino es el más fructífero; después podrás experimentar y ajustar según tus niveles de energía.
La economía de la atención: El nuevo recurso escaso del siglo XXI
El siguiente gran recurso que determina el flujo operativo de nuestros días es la atención. La divisa con la que operan las nuevas economías es la atención: un recurso limitado y cada vez más escaso que genera billones en ganancias para empresas como TikTok, Instagram y, más recientemente, Substack. Cuanto más contenido consumas, más se inflan las cuentas bancarias de los stakeholders gracias a la publicidad distribuida. La clave está en recuperar lo que hemos perdido, y para ello debemos entender varios aspectos.
El primero es que la atención, como subsidiaria de la percepción, se debilita o fortalece según nuestro entorno. Si hoy nuestro lapso de atención es de apenas unos minutos (o menos), se debe en parte a que habitamos un mundo hiperestimulante: anuncios en cada esquina, tráfico acelerado, mañanas frenéticas y bebidas energéticas con dosis crecientes de cafeína. Es difícil mantener la concentración en este estado constante de frenesí. Como consecuencia, hemos abandonado el acto contemplativo al perder nuestra capacidad de aburrirnos profundamente (Byung-Chul Han, 2017). Ahora, cualquier momento de pausa se percibe como una pérdida de tiempo o dinero, y la cultura con sus excelsas artes, que florecen en estos “espacios muertos”, ha sido la más afectada.
El segundo aspecto, es que no todo está perdido porque la atención es en todo sentido de la palabra, un músculo. Quienes hemos ido al gimnasio, pero también lo hemos dejado, entenderemos lo fácil que pueden desvanecerse los gains al momento en que dejamos de asistir, pero también lo rápido que se recuperan una vez entramos en buen ritmo. Igual sucede con la atención: aunque se deteriore gradualmente, cada repetición (más minutos de lectura o pensamiento profundo) y cada incremento en la carga la fortalecen, permitiéndonos concentrarnos durante más tiempo. Mi trayectoria fue como la de muchos: comencé con la técnica Pomodoro de 25 minutos hasta alcanzar períodos de más de 2 horas de concentración profunda, todo en cuestión de meses.
El tercer aspecto se relaciona con el control sobre lo que consumimos y almacenamos. Como parte de la Mirada Holística e Integral mencionada, el contenido trae consigo una carga presupuestal cognitiva, por eso entre más habites los pozos del “brainrot”, más te acostumbrarás a procesar tal obra magna del humor roto de este siglo (yo igual lo disfruto en pequeñas dosis). Lo mismo ocurre a la inversa: mientras más contenido intelectualmente estimulante consumas, mejor procesarás esta información. Aquí entran los canales de captura: fuentes que transforman la información bruta en conocimiento procesable. En mi experiencia, la mejor implementación es construir un Segundo Cerebro, que además de almacenar lo relevante, lo convierte en un activo valioso para el futuro.
Como la atención, existen diversos procesos, habilidades y destrezas cognitivas que pueden beneficiarse de la Organización Intencional. En las siguientes entregas exploraremos cómo mejorar y aplicar estas funciones para una vida más intencional: el camino desde la visión y representación hasta la planeación y la ejecución constante. A continuación, un adelanto de los sistemas de ejecución continua.
Sistemas de Ejecución: un adelanto
Según mi actual tutor de tesis, el profesor Oscar Ordoñez, el ser humano necesita representarse mentalmente el problema al que se enfrenta y ejercer en tiempo real una habilidad de función ejecutiva llamada planificación. Esto significa que planear no es solo para el futuro lejano (aunque abordaremos ese tipo de planeación en próximas entregas), sino que ocurre constantemente en nuestro día a día. Al ser una habilidad cognitiva de alto orden, la planificación requiere recursos y facultades mentales específicas para funcionar óptimamente. Si bien he abandonado la ilusión de la productividad, creo firmemente que podemos desarrollar una mentalidad de ahorro cognitivo y optimización de recursos mentales para funcionar mejor y más eficientemente. Más aún, dominar nuestras facultades constituye un paso crucial en la lucha contra la sobreexplotación laboral, aunque ese es un tema para otra ocasión.
En entregas anteriores, expliqué la importancia de concebir los proyectos y situaciones cotidianas como sistemas. Lo esencial es esto: un sistema, en el contexto de la gestión de proyectos, es una cadena de hábitos y esfuerzos que produce un resultado concreto (output) y, una vez establecido, permite aprovechar estos esfuerzos de manera casi automática. En lugar de desgastarte diariamente preguntándote ¿Qué carajos voy a hacer hoy? (planificación a corto plazo), te apoyas en una red de sistemas de ejecución. Esta estrategia es la que mejores resultados me ha dado hasta ahora. Entre tanto, la realización personal solo puede alcanzarse mediante el esfuerzo propio (pregúntenles si no a los ganadores de la lotería), pero cada vez estoy más convencido de que el ser humano permanecerá incompleto si no se proyecta hacia su comunidad; el aspecto filosófico de la Acción.
Apuntando a Agentes de Cambio Social
Si en algo quiero que este proyecto se convierta es en una incubadora para el Cambio Social. Gran parte del público que me lee — tanto hispano como, más recientemente, angloparlante — se encuentra inmerso en una realidad que clama por un Gran Cambio. Por ello, aspiro a proporcionar, desde mi experiencia y aprendizaje, las herramientas necesarias para crear comunidad desde tu posición.
Aunque este es un terreno inexplorado para mí (al menos a esta escala), siento que es un llamado imposible de ignorar, especialmente ahora que cuento con una modesta pero agradecida voz. En mis prácticas profesionales investigo el campo de la Innovación Social, concepto clave para entender cómo transitar de la teoría a la práctica en la esfera social, siempre en beneficio colectivo. La innovación con prácticas sostenibles conduce a la transformación, pero esto requiere comprender tanto el todo social con sus sistemas y actores, como el todo vital a través de la Mirada Holística.
Lo que sé es que la buena organización es el primer paso hacia la transformación, ya sea en los asuntos privados — una encomienda noble que impacta nuestro círculo cercano de familia y amigos — o en las diversas capas sociales que habitamos: el trabajo, nuestras comunidades e incluso la política pública.
En próximas entregas profundizaremos en este tema central, proporcionando herramientas prácticas para crear comunidad desde nuestras posibilidades.
Conclusión
Esta propuesta de cambio de paradigma es, como mencioné, la encomienda de toda una vida, pero considero que es necesaria para contrarrestar el extractivismo productivo actual. Su requisito fundamental es concebir la vida como un todo sistémico interconectado, con áreas clave de atención y mejora, para vivir alineados con un propósito que nos trascienda mientras construimos comunidad.
Si el tono no me ha delatado aún, este es el inicio de una serie de entradas que abarcarán el entramado conceptual y práctico de la Organización Intencional. Exploraremos desde cómo representar mejor nuestros objetivos hasta los sistemas de ejecución para alcanzarlos y trascender la realidad personal. Si esto resuena con tus valores y te interesa como proyecto, te invito a quedarte y compartir tus valiosos comentarios.
En el entretiempo presta atención a lo siguiente:
- Evalúa tu relación actual con la productividad y la organización.
- Identifica áreas donde los sistemas actuales te están limitando.
- Piensa en sistemas alineados con tu energía y propósito.
- Conecta con otros para crear impacto comunitario.
- Establece métricas de progreso basadas en bienestar y significado.
Referencias