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Neuro-arquitectura para la atención: Diseñando espacios que potencien tu enfoque

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Neuro-arquitectura para la atención: Diseñando espacios que potencien tu enfoque

17 MIN LECTURA

Partamos de lo elemental: no somos entes independientes extraídos de su contexto, sino que funcionamos dentro de un sistema. Este sistema combina elementos externos —el ambiente, otros actores, organismos de mayor orden como las instituciones públicas— con elementos internos: procesos cognitivos complejos, mecanismos neuropsicológicos y el cuerpo mismo. Parto de esta premisa porque, para delimitar el objetivo de este artículo, necesitamos una perspectiva dinámica del comportamiento humano, específicamente enfocada en el proceso central de hoy: la atención —entendida como enfoque o concentración—.

No pretendo abarcar aquí la totalidad de funciones, procesos y mecanismos que subyacen a la atención —lo haré en otra ocasión, aunque adelanto que la atención se asemeja más a un espectro continuo que a categorías funcionales como "selectiva" o "difusa"—. Mi objetivo es explorar la relación entre nuestro entorno inmediato (hogares, lugares de trabajo y centros educativos) y nuestra capacidad de enfoque, examinando cómo optimizar esta simbiosis entorno-sujeto. La atención y el enfoque responden tanto a elementos externos como a disposiciones internas, y es esta interconexión la que nos permite desempeñar tareas funcionales —ya sean extensas, creativas o analíticas—. Así pues, comenzaré por compartir los hallazgos más recientes de las neurociencias sobre protocolos y características del espacio, hasta llegar a prácticas concretas y cambios significativos que puedes implementar desde hoy.

Tu Entorno es un Laboratorio Cognitivo

Puedes pensar en el espacio físico como un laboratorio: cada elemento puede ser un estímulo reactivo que desencadena reacciones mentales y comportamentales específicas. Por ello, debemos considerar cuidadosamente cada característica que conforma ese espacio físico —ningún científico querría trabajar con malas condiciones y materiales deficientes—.

La función debería dictar al espacio en la mayoría de los casos, esto es, diseñamos y controlamos el espacio para cumplir una función específica, salvo cuando no podemos modificarlo o ya está condicionado para ciertos usos. De esta manera, puedes beneficiarte de espacios dedicados: el escritorio para trabajo y estudio, el sofá para relajación, la cama para dormir y así. Esta asignación específica te ayuda a asociar cada espacio con su función correspondiente. En mi caso, cuento con una sala-escritorio dedicada exclusivamente a actividades de alto impacto cognitivo como el estudio o el trabajo profundo. Tampoco es necesario asignar todas las funciones vitales a espacios dentro del hogar, especialmente si no es el lugar más adecuado; la biblioteca de mi universidad, por ejemplo, demostró ser un espacio ideal para el pensamiento detenido y abstracto —y me dio excelentes resultados durante años—.

Enfatizo la importancia de controlar el espacio (modificar sus características), ya que su disposición física afecta cómo interactúas con la información del ambiente y, en última instancia, puede modificar tu comportamiento. No solo la información, sino cada propiedad del entorno físico —como la luz o la temperatura— influye en nuestros estados mentales, afectivos y conductuales (López Chao et al., 2016). Que la función dicte al espacio también significa que podemos ajustar características ambientales según las necesidades temporales de una actividad (como veremos más adelante al hablar de modificar la luz para distintas tareas cognitivas).

Grábate esto: la percepción, ya sea visual directa o corpórea, busca ser ahorrativa. Los elementos del ambiente requieren recursos de procesamiento, por lo que cuantas más cosas demanden atención en el espacio, más dispersos estaremos. El entorno tiene, por tanto, un efecto directo sobre nuestra atención. Veamos de qué manera.

El efecto entorno: Cómo tu espacio físico determina tu capacidad mental

El intento por comprender nuestro entorno puede parecer redundante, pues probablemente habitas los mismos espacios cada día, recorres las mismas zonas y estás profundamente familiarizado con sus elementos. Sin embargo, como hemos expuesto en entregas anteriores, la familiaridad no equivale a comprensión y puede jugarnos una mala pasada si confiamos demasiado en ella. Además, la percepción de los objetos y su valor suele ser directa: rara vez nos detenemos a pensar en el significado de las cosas que nos rodean, pues captamos su valor con solo mirarlas (Gibson, 1979). Cuanto mejor comprendamos nuestro entorno, mejor será nuestra capacidad para absorber información de cualquier tipo. Por eso, propongo un momento de reflexión sobre el espacio mismo: analizar todo aquello que compone nuestro entorno y lugares de trabajo para entender cómo nos está condicionando y cómo podemos aprovechar esta dinámica para potenciar el enfoque y la capacidad mental (o simplemente para recobrar el control). A continuación, un recuento de las principales variables que podemos modificar para vivir con mayor intención.

La señora Luz

Comencemos por los factores ambientales que están bajo nuestro control y que han sido probados empíricamente. El principal factor que podemos configurar es la iluminación. La evidencia muestra que una buena iluminación no solo potencia el enfoque, sino que influye directamente en nuestros ciclos circadianos —que regulan el sueño— y mejora el rendimiento académico (López Chao et al., 2016). Es decir, un tres por uno en beneficios (qué gangazo). Podemos pensar, entonces, en una estrategia integral: la iluminación va de la mano con las fases del ciclo del sueño —como lo recomienda Andrew Huberman, reconocido neurocientífico por sus protocolos basados en evidencia (también conocido como el Neurochamán, o bueno, así le digo yo)—. La clave está en reconocer nuestra condición animal: debemos emular la recepción sensorial como lo haríamos en el mundo natural, pero adaptada a nuestro entorno artificial.

En la mañana, según Huberman, necesitamos una buena dosis de luz azul para activar los niveles de cortisol y epinefrina. Esta puede ser tanto natural como artificial, aunque es preferible la luz natural por su calidad superior (ya que contiene una amplia gama de longitudes de onda). La luz natural es indispensable para la función ocular, los ciclos del sueño y el funcionamiento fisiológico general, además de garantizar estados afectivos positivos. Un dato poco comentado pero relevante es que uno de los principales factores en el aumento de problemas de visión es la falta de exposición directa a los fotones solares, ya que pasamos cada vez más tiempo en espacios cerrados como aulas, oficinas y hogares. Por ello, maximizar nuestra exposición directa e indirecta a la luz solar será siempre beneficioso, no solo para la atención sino para el bienestar general.

Si contamos con poca luz natural o solo luz artificial, es importante que esta provenga desde arriba y su onda electromagnética se ubique en el espectro azul. La razón es que en la zona ocular tenemos neuronas especializadas, las células ganglionares retinianas intrínsecamente fotosensibles (ipRGCs mejor, porque vaya nombre), ubicadas bajo el globo ocular, sensibles a los fotones que impactan desde arriba (como ocurre naturalmente con el Sol). Estas neuronas envían señales eléctricas indicando que es de día, activando el estado de alerta del organismo. Podemos complementar con una segunda fuente de luz que apunte directamente a los ojos —no muy intensa, pero suficientemente estimulante— para reforzar el estado de alerta si la luz principal no basta. Para los amantes de las cifras exactas: se recomiendan 500 lux para potenciar la atención y 100 lux para tareas de memoria (Huberman, 2022).

Durante las horas avanzadas de la tarde (entre 4 y 6 p.m.), para quienes se levantan entre las 6 y 8 de la mañana, la atención y el enfoque decaen naturalmente, ya que el organismo se prepara para las funciones nocturnas. En este momento, es importante reconsiderar si debemos continuar con tareas que requieren enfoque profundo o análisis detallado, pues después de varias horas de atención sostenida puede sobrevenir el cansancio —tanto físico como mental (a mí me suelen doler los ojos)—. En su lugar, estas horas pueden aprovecharse mejor para trabajos creativos, donde la atención es más flexible y operan otros mecanismos del estado de alerta. La iluminación puede transitar hacia el espectro de rojos y naranjas, emulando el atardecer, para señalarle al organismo la transición hacia las funciones nocturnas.

Durante la noche, lo ideal sería no trabajar, pero sé que para muchos esto no es viable. En ese caso, puedes ir contra natura e iluminar al máximo tu espacio de trabajo para engañar al cuerpo, indicándole que aún es de día y debe mantener el enfoque. Una recomendación adicional es mantener una buena hidratación, no solo para el funcionamiento óptimo del organismo, sino también para potenciar el estado de alerta: la vejiga envía señales excitatorias al cerebro cuando estamos ligeramente sobre hidratados (Huberman, 2022).

En resumen, puedes entender la relación entre luz, enfoque y rendimiento a través de las fases del ciclo circadiano y optimizarla para cada momento del día. También puedes analizarla en situaciones específicas mediante las tres reacciones mentales que genera: activación, excitación y estrés (López Chao et al., 2016). Necesitas la luz para activarte, una iluminación adecuada para estimular las células nerviosas y cierto nivel de estrés para mantener la energía. Sin embargo, debo advertirte que no conviene depender exclusivamente de la luz fluorescente en lugar de la natural, ya que la exposición prolongada a esta se ha relacionado con niveles crónicos de estrés (no del bueno) y otras afectaciones en entornos laborales y educativos (López Chao et al., 2016).

El sonido

El segundo aspecto del ambiente que analizaremos es el sonido. Específicamente examinaremos la acústica del espacio y otras variables de la interacción sonora con el entorno. Empecemos por lo obvio: el ruido, al ser un distractor, interfiere directamente con la atención. Como ya mencioné, nuestros recursos atencionales son limitados, y los elementos del entorno inmediato representan una carga de procesamiento perceptual, incluido el ruido. Por esto, diseñar o elegir un espacio mayormente libre de ruidos externos tendrá el mayor impacto en nuestra capacidad de atención.

La segunda mejor opción es el acondicionamiento acústico del lugar, aunque no es la solución más asequible (si bien existen formas de emular las famosas espumas acústicas con resultados caseros). En términos concretos, se recomienda reducir el ruido de fondo a 30 dB o menos, sin olvidar el efecto de reverberación (idealmente menos de 0.4 segundos), que causa similares dificultades atencionales (López Chao et al., 2016). Como era de esperar, existe la opción de utilizar audífonos o cascos (o diademas, según como le digan en tu región), que es lo que hace el 80% de la población, yo incluido (esta cifra me la he inventado, por cierto, aunque suena realista). Aunque existe una amplia gama de opciones, para este propósito son ideales los que incluyen cancelación de ruido, aunque los básicos de la tienda local cumplirán su función.

También es cierto que no todos los ruidos son iguales. Si eres como yo, a veces prefieres estudiar con ruido blanco de fondo, o como comentó un usuario en uno de mis videos, con el murmullo distante de personas conversando. En esencia, hablamos de lo mismo: ruido con sonido uniforme que, al carecer de patrones reconocibles, tiende a fundirse con el fondo. ¡Pero atención! esto no significa que no le prestemos … atención —ciertamente lo registramos a través de los filamentos auditivos, por lo que no está exento de "calorías sonoras" (término que acabo de inventar para referirme a la carga de procesamiento)—. Yo lo uso para bloquear ruidos externos en situaciones específicas, pero hay que ser cauteloso con la exposición prolongada, pues puede causar daños auditivos a largo plazo, especialmente con ruidos como los de ventiladores o radiadores (Huberman, 2022).

En otros estudios sobre neuro arquitectura para la atención y diseño biofílico, se sugiere, cuando sea posible, incorporar una fuente de agua o elemento acuático sonoro. Es decir, agua fluyendo que enmascare los ruidos externos y proporcione una base de ruido blanco asociada con estados de relajación y concentración, además de aportar valor estético y mejorar el ánimo y la motivación —ojalá pudiera permitirme una— (Malasquez & Gianella, 2022). Como alternativa, podemos emular la naturaleza en nuestro entorno artificial con sonidos grabados de cascadas (reserva los sonidos de lluvia para el descanso y el sueño).

Con el sonido disponemos de múltiples opciones para experimentar y optimizar su uso. Personalmente, sigo el principio de la dinámica: para tareas cognitivamente exigentes, como la lectura activa, prefiero beats binaurales de oscilación de onda —monótonos y de volumen bajo—; para actividades más libres o creativas, elijo sesiones de electrónica con más movimiento e impacto (entre House y Garage, actualmente [este es mi canal preferido para ello] https://www.youtube.com/@yoyakurecordstore)). Y a veces, valoro más el sonido más simple de todos: el silencio. Realmente es una cuestión de preferencias, aunque si buscas la opción con mayor respaldo científico, los beats binaurales de 40Hz son los que mandan la parada hoy en día (Huberman, 2022).

Dimensiones sensoriales que suman

En esta última categoría repasaremos el resto de los sentidos, que forman un conjunto integral de experiencia. Iniciando con la sensación térmica (temperatura, nivel de humedad y movimiento del aire), se ha comprobado que tanto temperaturas muy elevadas como bajas inciden negativamente en el rendimiento académico y estado del ánimo (López Chao et al., 2016). Lo ideal sería ajustar la calefacción para encontrar el punto medio térmico (unos 21°C con humedad al 60% en verano), pero como esto no es realista para la mayoría, debemos centrarnos en optimizar la tercera variable que regula la sensación térmica: la ventilación.

Es fundamental asegurar un mínimo flujo de aire en el espacio para prevenir la acumulación de CO₂ (específicamente menos de 1000ppm), ya que además de ser una amenaza para la salud, disminuye la capacidad de atención y conduce a decisiones disfuncionales (López Chao et al., 2016). Por el contrario, una correcta ventilación mejora la atención y el rendimiento. La solución puede ser tan simple como mantener una ventana abierta o ubicar el espacio de trabajo cerca de una, permitiendo el intercambio de aire entre interior y exterior. Este efecto térmico sigue el principio de convección y diferencia de presión. Para optimizar el flujo de aire, considerar ventanas paralelas puede ser útil (una apertura en el techo también ayudaría a que el aire caliente escape, dado que tiende a subir).

Otro elemento sensorial-perceptivo frecuentemente ignorado es el color. Aunque la "psicología del color" suele asociarse con artículos pseudocientíficos, vale la pena mencionar algunos hallazgos interesantes al buscar una mirada integral del espacio. El blanco parece ser la opción predilecta para la gran mayoría, y con buena razón: es neutral, fresco y asociado a estados de calma—perfecto para comodidad y enfoque. Para quienes buscan potenciar otros aspectos cognitivos como la creatividad, colores más vívidos como el naranja pueden ser beneficiosos. La clave está en no saturar el espacio; bastan unos cuantos acentos de color. Por ejemplo, el azul se vincula con procesos reflexivos y el rojo con estados de alerta—una sutil combinación puede crear un espacio que propicie la reflexión mientras mantiene la atención. Para adultos mayores, que suelen perder la percepción de colores difusos, se recomienda mantener un alto contraste entre los elementos del espacio.

Hasta ahora hemos revisado datos sobre el diseño alineado con el estado de alerta y el enfoque, explorando las claves sensoriales entre individuo y ambiente para emular lo que ocurre naturalmente fuera de nuestros espacios artificiales. Pero ¿por qué no analizar directamente la convergencia entre naturaleza y hogar? En lugar de solo emular, podríamos traer lo natural al espacio. A continuación, quisiera comentar un concepto que me ha despertado verdadero interés: el diseño biofílico. También examinaremos otras configuraciones centradas en los elementos físicos (muebles) del espacio.

Zonificación Sensorial: Planifica tu Ciudad Mental como un Urbanista

La dimensión del espacio dimensiona el pensamiento

Existe un efecto documentado en la literatura cognitiva llamado Efecto Catedral. Este describe cómo las personas que habitan espacios con techos elevados, como una catedral, tienden a pensar "en grande" —visualizando hacia el futuro— y desarrollan pensamientos más creativos y abstractos. De manera inversa, en espacios cerrados, la mente se contrae: nos enfocamos en el aquí y ahora, en lo inmediato, con procesos más analíticos y centrados en los detalles. Si bien esto no es una regla universal, resulta fascinante cómo la percepción del espacio influye en el alcance de nuestros pensamientos. Aunque no todos podemos pedirle al contratista de la familia que eleve nuestros techos, sí podemos adaptar nuestras tareas al espacio más adecuado para cada propósito (función → espacio).

El diseño biofílico o porqué las abuelas no se separan de sus matas

En Latinoamérica, es difícil imaginar los hogares tradicionales sin sus plantas. Mi abuela, mi madre y prácticamente toda mi familia crecimos en hogares poblados de verde. Aunque ellos no estén familiarizadas con la literatura especializada —y no tendrían por qué, es un privilegio de clase— sabían que las "matas" son más que simples adornos: otorgan vida. No sorprende que esta literatura recomiende incorporar elementos verdes naturales en los espacios. De hecho, ha surgido un nuevo tipo de diseño arquitectónico que busca la simbiosis entre lo humano y la tierra: el diseño biofílico.

Los beneficios de incluir plantas y vivir cerca de zonas verdes son numerosos: mejoran la calidad del aire, favorecen el estado de ánimo e incluso se han relacionado con un aumento en el coeficiente intelectual. Personalmente, tengo la fortuna de trabajar en un entorno rodeado de vegetación, con una ventana que da a varios árboles —donde a veces observo ardillas y aves—. Entre los beneficios que he notado está la reducción del estrés en momentos intensos del día. Además, las plantas siguen patrones y una complejidad ordenada que relajan la mente y restauran la capacidad cognitiva (teoría de restauración de la atención, Malasquez & Gianella, 2022). En definitiva, el efecto positivo de los entornos naturales amplía nuestro repertorio cognitivo, mejora la flexibilidad mental y facilita el pensamiento creativo —todas funciones mentales esenciales para la atención.

Muebles y demás objetos

La percepción de la información es jerárquica, pues no toda tiene el mismo peso, por lo tanto, la distribución de los elementos en el espacio debe responder a esta jerarquía. No importa cómo luzca tu lugar de trabajo, puede beneficiarse de una regla de tercios: la zona inmediata debe contener el material de trabajo siempre a disposición y de manera clara (elimina todo lo que drene mentalmente y no sea prioritario, aunque puedes conservar fotos y recuerdos de personas importantes). Después, convierte el espacio en un lugar de activación cognitiva: mantén aquello que estimule intelectualmente y motive el trabajo profundo —en mi caso, una libreta con seguimiento de mi flujo de trabajo y hábitos que dejo siempre a la vista—. Por último, delimita zonas especializadas y asígnales partes del flujo de trabajo; para quienes tienen techos a diferentes alturas, esta es una excelente oportunidad para probar la hipótesis del efecto Catedral.

Para quienes trabajamos frente a la pantalla de un computador, esta sección es crucial. La ergonomía y la postura son elementos decisivos para la concentración prolongada, especialmente para el trabajo que realizan los ojos en su punto focal. Ya mencioné que la iluminación matutina debe provenir desde arriba, y la misma lógica aplica para la posición de la pantalla (o cualquier objeto focal prolongado). Aunque es común escuchar que la pantalla debe alinearse horizontalmente con los ojos, investigaciones recientes sugieren un ángulo ligeramente inclinado (Huberman, 2022). Hay dos razones: primera, las neuronas oculares obtienen información similar a la de la luz solar cuando la pantalla está levemente por encima de la horizontal de los ojos; segunda, elevar mínimamente la mirada hace que retraigamos los hombros y mantengamos la cabeza correctamente proyectada hacia el frente, potenciando el engagement laboral.

Mantener una postura correcta es vital para la atención y el enfoque, pero no es suficiente. Se ha comprobado que pasar largas jornadas sentado perjudica la salud —nadie fue diseñado para permanecer sentado toda la vida—. Si tenemos la oportunidad de realizar parte del trabajo de pie (idealmente la mitad), garantizaremos un rendimiento más sano y duradero. Más aún, estudios con población estudiantil y obrera muestran que alternar entre estar sentado y de pie mantiene el enfoque por más tiempo, ya que este cambio activa mecanismos de alerta y energía fundamentales para la atención (Huberman, 2022).

Minimalismo Digital en la era de la información

Al adoptar una mirada integral del espacio de trabajo, debemos incluir nuestro ecosistema digital. No podemos ignorar la configuración tecnológica y de software, donde el trabajador promedio pasa la mayor parte de su tiempo. Si aplicamos un esencialismo al escritorio físico, debemos ser aún más estrictos con el digital. Es más fácil acumular aplicaciones y archivos innecesarios que objetos físicos, pues permanecen ocultos en carpetas anidadas, esperando una situación específica que probablemente nunca llegará. La solución es simple: elimina lo innecesario. Esto no solo hará que tu dispositivo funcione más rápido, sino que te liberará de la carga mental de decidir qué aplicaciones usar.

Las distracciones, aunque a veces necesarias, son parte inevitable del día a día. Sin embargo, por su naturaleza llamativa y su consumo de recursos atencionales, pueden convertirse en un obstáculo para cualquier flujo de trabajo. Al depurar tu escritorio —tanto físico como digital— probablemente hayas eliminado las distracciones más comunes, pero la peor de todas viene disfrazada de productividad: el teléfono móvil, ese microcosmos de experiencias que llevamos a todas partes. Aunque con práctica es posible ignorarlo, la recomendación más efectiva es simple: déjalo en otro lugar, apágalo o, como mínimo, activa el modo "no molestar". Para el navegador web, existen herramientas como Stay Focusd que bloquean ciertos sitios durante períodos determinados, evitando la tentación de acceder a redes sociales por costumbre.

Recargando la capacidad de atención

La atención es un recurso finito, pero afortunadamente entrenable (que hablaré en otra ocasión) y, sobre todo, recargable, que es lo que nos interesa ahora. Existen diversas técnicas y teorías que describen cómo recargar eficaz y sosteniblemente la atención (ART, de Rachel y Stephen Kaplan, nuestro punto de partida).

La atención dirigida puede agotarse por el uso excesivo y la sobreestimulación constante en este mundo artificial. Por suerte, la psicología ambiental ha identificado entornos y condiciones que favorecen la recarga atencional, los cuales, como mencionamos antes, están en sintonía con el ambiente natural y sus propiedades. Una simple caminata por el parque basta para recuperar parte de la atención y experimentar un "subidón" de motivación, además de ser una excelente manera de ejercitarse y cumplir con los pasos diarios. Si a esto añadimos un distanciamiento físico del lugar de trabajo, elementos de fascinación "suave" —como árboles majestuosos o situaciones interesantes que no exijan esfuerzo focal—, exploración activa de la zona y conexión con nuestros intereses, lograremos aprovechar mejor la relación humano-naturaleza para la recarga atencional y el bienestar integral.

Adicionalmente, no podemos ignorar el componente social en esta ecuación del uso y restauración de recursos cognitivos. Aunque es válido querer mejorar nuestra capacidad de concentración optimizando el entorno, esto no puede ser la única meta ni debe estar por encima de todo lo demás, incluida la interacción social. Somos animales sociales —esto ya lo reconoció Aristóteles—, y no hace falta recurrir a la filosofía para comprenderlo. Lo importante es reconocer que los días deben vivirse también en compañía, no solo porque la evidencia científica sugiera que es mejor para la restauración cognitiva, sino porque es una fuente fundamental de sentido y conexión.

Menciono esto porque sé que hay quienes promueven una idea nociva del sacrificio personal como requisito para alcanzar metas. La reclusión social no es necesaria para el éxito; de hecho, podría ser perjudicial a largo plazo. Perseguir el enfoque absoluto, aislándose del mundo, solo genera amargura. Esto no significa que no debamos establecer límites (especialmente si los compañeros de trabajo distraen frecuentemente), pero sí implica replantearnos el bienestar integral y sus condiciones en el espacio laboral. Lo cual me lleva a la pregunta que debí haber planteado al inicio: ¿para qué buscas optimizar el espacio para la atención? ¿Es para liberar tu potencial cognitivo y buscar la autorrealización, o para seguir explotándote en el trabajo? Déjame saber en los comentarios cuál es tu reflexión.

Conclusión: Tu Entorno es un Colaborador Silencioso

Después de este recorrido por los elementos que conforman un espacio de trabajo óptimo, queda claro que nuestro entorno es mucho más que un simple contenedor de actividades: es un colaborador activo en nuestro desempeño cognitivo. La iluminación, el diseño biofílico, la ergonomía y la organización digital no son meros detalles estéticos, sino herramientas poderosas que pueden potenciar nuestra capacidad de atención y organización.

Sin embargo, es crucial recordar que la optimización del espacio debe servir a un propósito mayor que la mera eficiencia. El verdadero objetivo es crear un ambiente que no solo maximice nuestra capacidad de concentración, sino que también promueva nuestro bienestar integral. Un espacio que nos permita alternar entre el trabajo profundo y la conexión social, entre el enfoque intenso y la necesaria restauración cognitiva.

No existe una fórmula única que funcione para todos, pero estoy seguro que la combinación de algunas de estas recomendaciones y configuraciones sumarán a tu atención y enfoque, siempre y cuando su cultivo vaya de la mano con nuestra salud física, mental y social.


Referencias

Chao, L., & Adrián, V. (2016). El impacto del diseño del espacio y otras variables socio-físicas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Huberman, A. [Andrew Huberman]. (2022, January 31). Optimizing Workspace for Productivity, Focus, & Creativity [Video]. YouTube. http://www.youtube.com/watch?v=Ze2pc6NwsHQ

James J. Gibson (1979). The Ecological Approach to Visual Perception. https://doi.org/10.2307/429816

Milagros Gianella Chacon Malasquez & Edu Torres Huaman. (2022). Humanización de espacios en establecimientos de salud-materno infantil a través del diseño biofílico. https://doi.org/10.21142/tl.2024.3849

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