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Replanteando el concepto de inteligencia: Una mirada integral a nuestro potencial cognitivo

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Replanteando el concepto de inteligencia: Una mirada integral a nuestro potencial cognitivo

¿Qué determina nuestra inteligencia? Esta pregunta surgió cuando mi mamá me preguntó si los niños salen "inteligentes" por el lado (genético) del padre o de la madre. Le respondí por ninguno, así no es como funciona… ¿verdad? No alcancé a terminar mi respuesta antes de darme cuenta de que, aunque intuía que genéticamente así no debería funcionar, realmente no sabía muy bien por qué. Recientemente había explorado el tema de la inteligencia por curiosidad propia, familiarizándome con el argumento de que la inteligencia no necesariamente responde a factores genéticos predispuestos como antes se creía, sino que es un constructo multifactorial donde incide un amplio rango de variables, todas abiertas al cambio y modulaciones.

Aunque sabía esto, mi respuesta aún se quedaba corta; necesitaba investigar más. Recordé una conexión que me había comentado un amigo filósofo entre los puntajes de inteligencia (coeficiente intelectual) y la capacidad de establecer e inferir relaciones (RFT). Creo que este era el ingrediente que faltaba: una teoría robusta que redefiniera el concepto de inteligencia, simplificara su medición y, mejor aún, permitiera aumentarla. Si pudiéramos atender tanto las variables del desarrollo —la ecología, el dominio general— como la variabilidad individual —lo dinámico, el dominio específico— quizás lograríamos articular una teoría integral que nos llevara al núcleo de la inteligencia y el pensamiento, permitiéndonos potenciarlos a nuestro antojo.

Sin embargo, aún es prematuro concluir semejante proposición. Por eso te propongo un debate abierto, una pregunta que guíe esta lectura: ¿Realmente qué determina nuestra inteligencia? Y para una discusión más enriquecedora: ¿Qué es la inteligencia? ¿Es solo una medición estática? ¿Un destino genético? ¿Una simple construcción sociocultural? ¿O podría tratarse de algo más extenso y dinámico, con posibilidades de cambio y mejora que todos —incluso los menos favorecidos genéticamente— podemos potenciar? Mi respuesta sesgada es clara: debe ser lo último (digo sesgo porque me gustaría que fuera así, pero por eso planteo el debate). Esto es, un viaje teórico al centro del intelecto.


El mito de la predeterminación genética

La historia que comenté sobre la pregunta de mi madre refleja la gran mentira que se difundió hace décadas: la creencia de que la genética era un destino sin escapatoria y cada persona contaba con un boleto hacia la grandeza (o hacia la miseria). Esta visión, aunque exagerada, resulta perjudicial como creencia, pues sugiere que estaríamos predeterminados por hilos diminutos de secuencias en nuestro interior y condicionados por el potencial que estas dicten.

Hoy en día sabemos que esto no es así. El código genético —el genotipo—, aunque sumamente relevante, no equivale a la expresión total —el fenotipo— ni mucho menos se traduce directamente en la conducta. Del gen a la expresión y luego a la conducta inciden múltiples factores que pueden alterar el proceso; entre estos se destaca la dinámica ambiente-individuo. Existe la Epigenética, concepto y rama disciplinar que estudia la interacción de los genes con el ambiente, argumentando que el entorno guarda mayor relación en la expresión de los genes de lo que creíamos. La epigenética puede observarse en un fenómeno de marcadores epigenéticos llamado metilación del ADN, cuando grupos de metilo se adhieren a los grupos CpG (Citosina-Guanina) de la secuencia del ADN, cambiando así la expresión final del gen. Es decir, si la genética es un manual de instrucciones escrito, la epigenética son pequeños stickers que se pegan en algunos párrafos para que sea leído de otra manera.

Todos reconocemos la importancia del código genético y de la transmisión de genes, especialmente ante la sospecha de alguna enfermedad hereditaria, pero no es la historia completa. En una recopilación de estudios sobre epigenética se observó que existen múltiples factores ambientales al momento de expresar un gen. Incluso en linajes "puros" de aves de corral, estos no necesariamente obtenían el mejor desempeño una vez cambiado el ambiente (Pitel et al., 2022). Esto significa que podemos tener una genética "ganadora", pero todavía falta pasar el filtro ambiental para en verdad probar finura. El mismo estudio sugiere que las mutaciones asimilables (adaptaciones genéticas) pueden estar facilitadas por el entorno y, más aún, las adaptaciones funcionales (por el ambiente) pueden llegar a ser transmitidas generacionalmente (Pitel et al., 2022). Así que el dicho de que no existen excusas y uno trabaja con lo que tiene es cierto, pero añadiría que lo que realmente importa es la adaptabilidad funcional al entorno para demostrar el mejor desempeño y garantizar la mejor descendencia posible.

También se sabe que desde la Segunda Guerra Mundial los puntajes de CI han aumentado significativamente, tanto que este fenómeno no puede explicarse únicamente por genética. O bien sabemos medir mejor la inteligencia actualmente, o han ocurrido cambios significativos en el ambiente (entorno educativo, por ejemplo) que explican mejor esta evolución (Efecto Flynn). Otro ejemplo es un estudio longitudinal en Corea del Sur (Kyung-Shin Lee et al., 2021), donde analizaron el efecto de la exposición al verde de la naturaleza (árboles, parques) en el Coeficiente Intelectual de niños desde los 2 hasta los 6 años —sí, al parecer exponerte a la naturaleza te hace más inteligente, o al menos eso veremos.

Te lo resumo: la exposición a espacios verdes como parques y árboles sí tiene asociación con la metilación del ADN en niños de 2 hasta los 6 años, pues en etapa de desarrollo el cerebro es susceptible a cambios en el ambiente. Los investigadores además analizaron la relación de esta nueva lectura del ADN con otras funciones biológicas, como la limpieza de neurotransmisores y disminución del estrés oxidativo, encontrando correlaciones positivas.

La hipótesis sería esta: una buena exposición al verde de la naturaleza en edad formativa puede modificar positivamente la lectura de genes vinculados con el desarrollo cognitivo y disminuye el potencial de riesgo neurodegenerativo (como el estrés oxidativo). Nada de esto es necesariamente novedoso —todos tenemos la noción intuitiva de que la naturaleza nos hace bien— y tengo reservas sobre la definición operacional que usan de inteligencia, pero el estudio contribuye a la discusión de que el gen escrito no necesariamente predetermina la funcionalidad; hace falta un ambiente propicio para desatar todo el potencial genético.

Me gusta pensar en la epigenética como un "por si acaso" del organismo, una manera de corregir flaquezas genéticas o fallas en el desarrollo; nos muestra que somos máquinas de adaptabilidad incluso desde antes de nacer. Ahora puedo confirmar con mayor certeza que el ambiente es un agente dinámico para el cambio incluso a nivel genético y deberíamos prestarle más atención. Sin embargo, aunque modifiquemos con éxito el entorno que nos rodea para potenciar nuestras funciones, aún no es suficiente para explicar completamente su relación con la inteligencia.

Debemos examinar más detenidamente estos procesos y ver la imagen completa: cada una de las variables que transforman nuestra habilidad cognitiva. Esto implica analizar desde la epigenética y lo neural (lo micro) hasta las redes extensas de interacción social y ambiental (lo macro). Te doy una pista: la clave sigue estando en la adaptabilidad del sujeto. Si por un lado nos libramos de una predeterminación genética gracias a que el organismo se adapta y puede cambiar su expresión génica, por otro lado debemos establecer conductas estratégicas que potencien directamente nuestra capacidad de adaptación. Continúo esta pista en la Neuroplasticidad y el desarrollo cognitivo.


Neuroplasticidad, la Nueva Inteligencia y el Desarrollo Cognitivo

Ya he hablado sobre Neuroplasticidad anteriormente y no es para menos, es un concepto clave para explicar la varianza intraindividual (cómo cambiamos individualmente en el tiempo) y el desempeño cognitivo en tareas de la cotidianidad. La Neuroplasticidad nos dice que a medida que desempeñamos una actividad, nos adaptamos vía ruta neuronal para ser más eficientes en esta, ya sea porque la estructura cambia (se forman nuevas rutas de dendritas y conexiones sinápticas) o porque se reclutan otras redes neurales que apoyan el procesamiento de la actividad. Así pues, la conexión con la inteligencia es clara: la suficiente repetición hace que seamos mejores porque nuestra arquitectura cerebral se adapta. Si nuestra intención es mejorar en la comprensión de textos, exponernos a textos complejos hará que nos desempeñemos mejor a la larga; la experiencia remodela el cableado cerebral.

Pero esto es solo una verdad a medias. Está bien saber que existen mecanismos que potencian la adaptabilidad y el desarrollo cognitivo, pero si no se acompañan con un verdadero plan de mejoría, quedamos a la deriva. Por eso necesitamos teoría para entender a qué apuntar y potenciar, así como aplicabilidad para saber cómo hacerlo eficientemente. Para esto te presento una metodología desarrollada recientemente en los laboratorios de psicología de Estados Unidos: La Teoría de Marcos Relacionales (TMR). La TMR hace referencia a cómo todo puede estar relacionado con todo —suena a lo que te diría un hippie que acabas de conocer, pero es más que eso, lo juro— y es por esta capacidad de relacionamiento que podemos construir una base teórica bastante simple, pero robusta para la inteligencia. Según Hayes (2025), la inteligencia no es más que la habilidad de inferir relaciones entre elementos del marco relacional; es decir, que si A es lo mismo que B y B es lo mismo que C, entonces se puede inferir que C es lo mismo que A, simple. Es similar a definiciones más tradicionales de inteligencia como la de Spearman, que asegura que la inteligencia es la capacidad de generar nueva información a partir de una ya conocida.

En un estudio realizado en Colombia, algunos investigadores tomaron esta ruta de entrenamiento de inteligencia en niños a través de la TMR, pero añadieron una definición más: el Potencial de Aprendizaje (PA) —la capacidad inherente de conocer y aprender aquello que no se domina actualmente. Lo que descubrieron en su consulta bibliográfica fue que si se entrena a temprana edad en fluidez y flexibilidad relacional, mediante marcos relacionales de Coordinación (A es igual a B), Oposición (B es opuesto a C) y Comparación (C es más que D), se puede incrementar el puntaje de CI en varios constructos de inteligencia (Castro Méndez, 2020). Aunque los resultados de su investigación tuvieron factores de confusión por el método de muestreo, me abrió la mente a considerar la Inteligencia de manera más holística. Fueron certeros al señalar que las mediciones tradicionales se basan en el conocimiento previo del sujeto, pero ¿qué pasa cuando el sujeto proviene de condiciones de vulnerabilidad, como la pobreza, y probablemente no gozó de la misma educación que sus pares? Podría ser que en ese momento sea "menos inteligente", pero con la ayuda adecuada lograría acortar esa brecha.

Este es el debate sobre la inteligencia cristalizada vs la inteligencia fluida, donde la primera hace referencia a la acumulación de conocimientos y habilidades a lo largo de la vida, mientras la segunda nos habla de la capacidad de razonar y resolver problemas en un momento dado. A mi modo de ver, generalmente prestamos más atención a quienes sobresalen con una "inteligencia cristalizada", pues resulta llamativo ver que alguien sepa mucho, que no pare de hablar sobre un tema. Pensamos casi de inmediato "vaya, qué inteligente", pero solo estamos viendo una parte de la ecuación (ni siquiera la mitad). Dejamos de lado otras habilidades igualmente importantes y, peor aún, más susceptibles de mejora —se puede entrenar a razonar y pensar mejor. La acumulación de conocimientos es relevante, pero solo refleja el historial educativo de una persona; quizás tuvo una educación privilegiada y por eso goza de un gran intelecto, o tal vez sí obtuvo un gen ganador. Sin embargo, nuevamente perdemos de vista a aquellos con variables sociodemográficas menos favorables, que no por ello son menos capaces de aprender.

Esto nos indica que la mirada no debe centrarse únicamente en el individuo, sino también en su contexto y, quizás más importante, en el sistema educativo mismo. No creo poder cubrir en este artículo las incontables fallas que hemos acumulado en materia de educación (tampoco los aciertos), o me temo que no acabaría nunca. Queda como pendiente, pero me gustaría señalar algunos conceptos que pueden solventar estas falencias para que investigues por tu cuenta.

El andamiaje pedagógico, para guiar a los alumnos en su proceso formativo; la Alfabetización científica temprana, para explotar su potencial de experimentación y búsqueda curiosa; un buen diseño ambiental y políticas públicas de innovación, para garantizar el mejor entorno de aprendizaje; la inclusión social como camino para atender necesidades y ajustar particularidades; más estudios que consideren ingresos económicos y variables sociodemográficas para comprender todos los limitantes de la inteligencia y el aprendizaje. Integrando todo esto y más, podemos avanzar como sociedad hacia una definición de inteligencia más dinámica y flexible, que reciba una mirada holística y responda al panorama completo de educación y desarrollo.


Hábitos y Estrategias para Potenciar la Inteligencia

Habiendo establecido esta mirada más realista, crítica y completa de lo que es ser inteligente, exploremos algunas prácticas, hábitos y estrategias que pueden potenciar la inteligencia. Como punto de partida, retomo un concepto clave que vimos con el estudio de los Marcos Relacionales: el Potencial de Aprendizaje. Si bien no todos contamos con las mismas características —ni biológicas ni ambientales— en un momento dado, sí compartimos todos la capacidad de aprender. Aunque esta capacidad es relativa a cada individuo, podemos establecer un marco operativo para desbloquear el máximo potencial, enfocándonos en el aprendizaje mismo. Me refiero a implementar estrategias de Metacognición, el aprender a aprender, el entender cómo aprendemos. Si guiamos a los estudiantes a integrar las siguientes estrategias, estoy seguro de que se potenciaría su deseo de aprender.

Ya he cubierto este tema parcialmente en una entrega pasada, pero quisiera expandir las estrategias específicas que impulsan el meta-aprendizaje activo. En primer lugar tenemos la planificación de esfuerzos, que consiste en reconocer fortalezas y debilidades propias, además de evaluar la efectividad de ejecución para establecer objetivos precisos en tiempos realistas —puede ser adquirir una nueva habilidad, conocimiento o incluso un programa de entrenamiento como el de TMR. Luego está el monitoreo, que implica llevar un registro de nuestros esfuerzos para evaluar constantemente el progreso e identificar áreas de mejora —podemos apoyarnos en herramientas digitales para un registro más ordenado. Muy relacionada está la autorreflexión, que pone el lente sobre la experiencia propia para determinar intuitivamente qué se nos da mejor y qué podemos mejorar —un diario metacognitivo sería ideal para aprovechar al máximo esta estrategia. Por último, la autorregulación emocional nos ayuda a no perder de vista el otro componente nuclear de la experiencia humana: el sentir; identificar qué prácticas nos conducen al disfrute y cuáles conllevan riesgo de estrés —el ejercicio físico comprobadamente ayuda a regular lo emocional, y la meditación siempre es beneficiosa.

No quiero que veas estas estrategias como piezas mecánicas a implementar como si fueras una máquina, sino desde una perspectiva holística e integral: reflexionar sobre el propio proceso para dominar el saber qué (conocimiento declarativo), el saber cómo (conocimiento procedimental) y el saber cuándo y por qué (conocimiento condicional). Asimismo, no debemos perder de vista los aspectos fundamentales de la salud y los cimientos bioquímicos de una mente ágil: buen sueño y nutrición adecuada. También, en el centro de todo está tu capacidad para concentrarte y prestar atención; si no puedes dedicar unas horas diarias al trabajo y pensamiento profundo, difícilmente desarrollarás rituales de alta producción intelectual como los autores que tanto admiras. Administrar los recursos mentales es una habilidad tanto externa como interna; externa porque podría considerarse una función ejecutiva que se asigna según la necesidad de la tarea, pero igualmente influenciable por factores internos: el deseo de aprender y la curiosidad. En cualquier caso, la capacidad de atención y el tan anhelado Estado de Flow son altamente entrenables si eliminamos distracciones y nos enfocamos en la ejecución y la práctica deliberada.

Esta última, la práctica deliberada, tiene especial relevancia en la literatura especializada del aprendizaje, pues se ha demostrado que programar sesiones de repaso activo ayuda a consolidar conocimientos nuevos y combate La Curva del Olvido. Además, impulsa la anteriormente mencionada inteligencia cristalizada, pero si se combina con situaciones de resolución de problemas, también mejora el razonamiento y la fluidez del pensamiento (inteligencia fluida). Personalmente, me gusta practicar con preguntas desafiantes que realmente me obliguen a pensar críticamente, como las preguntas de alto orden, que fomentan el active recall, y me apoyo en la Inteligencia Artificial Generativa para ello.


Conclusión y Perspectivas Futuras

Algunos matices que me gustaría resolver brevemente antes de concluir son el peso real de la genética y las definiciones prestadas de inteligencia. Si bien te he presentado casos y estudios que consideran el código genético no como un destino predefinido, sino como un punto de partida con cierta trayectoria clara —pero que puede ser modificado en su expresión—, aún faltan más investigaciones que demuestren causalidad gen-ambiente y no solo correlación. También existen límites biológicos reales en la capacidad cognitiva, como enfermedades congénitas o trastornos neurodegenerativos, que suponen otro reto a superar (e integrar) y no una muralla impenetrable. Mencioné el debate de la inteligencia cristalizada vs. fluida, no porque crea firmemente en estos modelos, sino precisamente lo contrario: si vamos a adoptar una perspectiva holística de lo que es ser inteligente, no debemos clasificar a las personas por estas categorías —que además se influencian entre sí— sino buscar la completa integración de las habilidades cognitivas junto con el componente ambiental.

En resumen, espero haberte dado un recorrido satisfactorio —aunque no exhaustivo— de por qué la inteligencia no es ese concepto rígido y predefinido por la genética. La inteligencia puede cambiar gracias a nuestra exposición al ambiente, es sensible a las variables del entorno y a la historia del individuo —que debemos procurar sean en las mejores condiciones— y existen fundamentos teóricos y biológicos para creer que no es una característica fija del sujeto, sino que muta, se adapta y se potencia gracias a las correctas prácticas y hábitos que integramos en nuestra vida. La búsqueda de la inteligencia debe ser entonces tomada como un proyecto vital permanente en constante transformación.

Hazme saber también si tienes más ideas para aportar a esta discusión o si tienes pistas y prácticas propias que te han funcionado para desempeñarte mejor en tareas demandantes o del día a día.


Referencias

Castro Méndez, L. M. (2020). Efecto del entrenamiento en fluidez y flexibilidad en marcos relacionales sobre puntajes de inteligencia.https://repositorio.konradlorenz.edu.co/handle/001/2331

Kyung-Shin Lee, Lee, K. S., Kyung-Shin Lee, Yoon Jung Choi, Choi, Y. J., Jin Woo Cho, Cho, J., Cho, J., Sung Ji Moon, Moon, S., Sung Ji Moon, Youn‐Hee Lim, Lim, Y.-H., Johanna Inhyang Kim, Johanna-Inhyang Kim, Kim, J. I., Young Ah Lee, Lee, Y. A., Choong Ho Shin, … Hong, Y.-C. (2021). Children’s Greenness Exposure and IQ-Associated DNA Methylation: A Prospective Cohort Study. International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(14), 7429. https://doi.org/10.3390/ijerph18147429

Pitel, F., David, I., Demars, J., Mignon-Grasteau, S., Lagarrigue, S., & Zerjal, T. (2022). Epigenetics as a mediator of genome x environment interactions. 199. https://hal.inrae.fr/hal-03797557

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